Hago la maleta que mama me compro en Adidas Shop y la cuelgo en el hombro. “Cuídate, bebe” me dice con sus gafas de sol resbalando por la nariz. Su mirada prudente me alumbra el camino. No hay de que preocuparse, será el mejor de los veranos. Lo siento en las ruedas que empiezan a girar y el viento que rebota en el capo del rojo cadillac que nos lleva a conquistar los sueños. Lo he repetido tantas veces que parece increíble que el momento llego. Y miro a Bryan con la sonrisa tallada al volante, me guiña el ojo bajo sus gafas de aviador y el calor derrite el espejo retrovisor. Es tan dulce y mis venas están tan inflamadas de verano y amor que creo que puedo morir por intoxicación. Jenny lo sabe. Sabe lo que siento tras mi mirada escurridiza. Por eso, grita algo incoherente alzándose en el descapotable, ondea su pañuelo de lunares a los 150 km/hora y proclama “Libertad para Alabama y los estudiantes que aman”. Es tan bonita y tiene la cintura tan delgada y fina embutida en esa falda a volandas que parece que el viento la pueda tronchar. Como si fuera una flor enfrentando al sol. Bryan sonríe, él conoce como Jenny se las gasta. Así que esquiva la palanca de cambio y en secreto toma mi mano entre sus dedos. “Tú eres la mejor”, me dice sin voz. Puede que ella sea guapa pero él adora las morenas de piel tan blanca como yo. Es nuestro secreto y puede que me ponga roja como un tomate cuando le diga que él es mi primera experiencia de amor. Albert y Jacob se agitan tontamente burlándose de nosotros, se desprenden de sus camisetas y ya silban en la cubierta del sillón trasero. Abrazan a Jenny por su cintura morena que se contonea al son de la canción y esparcen la cerveza en una huella especialmente creada para nosotros.El reguero de gasolina ha marcado un sendero invisible en un cielo de alquitrán. Es el destino de los cinco escrito en el lema insalubre de la caja de cigarrillos, de las manchas en el tapizado de cuero en el viejo descapotable a kétchup y migas de bocadillos. Me siento tan feliz que no puedo evitar reír tan fuerte que me duele la tripa. ¿Puedes tomar más velocidad hasta sentir billones de mariposas intentado salir de mi interior, mi amor? Tumbo mi cabeza y dejo pasar las nubes. Él ya me beso. No se si es demasiado pronto, si debo confiar y entregar mi corazón. Es todo muy dulce y somos tan jóvenes que no puedo pensar con claridad. De repente mi corazón da un vuelco. Veo un águila pardo que vuela sobre nuestros cabellos. Me observa y ya lo sabe. ¿Pero que puedo hacer? Sabe que es arriesgado y que yo soy tan menuda y confiable que… Oh, es natural tener miedo. La primera vez siempre se llena de tantas dudas que cuesta explicar los sucesos con claridad. Y vuelvo a mirar a Bryan: “Esta bien. Pongo aquí todo mi corazón” Cierro los ojos y siento un poco de dolor. Es nuestro primer verano juntos y tú, mi primer error. Un pequeño flujo de sangre que aflora de algún rincón de mi cuerpo. Creo que manché un poco del tejido del pantalón. Todo es demasiado confuso, soy tan inexperta y mi corazón esta tan hinchado de emoción que rezo para que la pena solo dure unos segundos. Después de eso todo pasa, sonrió y siento que vuelo lejos. Tan lejos de aquí que el mundo se hace pequeñito mientras él me acaricia tan dulcemente que mi corazón amenaza con saltar. Lo supe desde el primer instante en que los miré. Vosotros sois más rápidos que yo. Las chicas de ojos bonitos no deberían confiar en los jóvenes locos que componen canciones en un grupo de rock. Pero el águila pardo nos sobrevolo y ya impregnó sus gráciles alas de nuestra juventud. Todo fue tan confuso. ¿Por qué no lo pensé con detenimiento antes de dejarme llevar por el latido feroz de mi corazón? Eramos libertad, horizonte y señales de trafico. Y tú, dulce chico de la camiseta azul, puede que algún día estival mientras sales con tus amigos recuerdes todo lo que te deje. Cuando descubras el secreto que el águila pardo esconde en sus vivaces pupilas que nos escudriñan, persiguiendo el corto destino de nuestro amor en el cadillac enfurecido. Aunque puede que sea tarde y jamás lo entiendas, así que tumbo mi cabeza sobre el polvo del pavimento y miro las nubes. Todo esta bien. Estas pequeñas heridas no sanaran. La cerveza impregna la sucia camiseta que rodó por la cuneta y sale un pestilente humo del carburador pero tú… tú no estas en mi ángulo de visión. !Oh, mamá me reñirá tanto cuando descubra que manché de sangre el pantalón! Eramos tan jóvenes y todo iba tan deprisa que todo es muy confuso… Pero que más da, tú ya no estas tan cerca como para que te vea aunque sé que aún me acaricias la mejilla. Así que permanezco tumbada sobre la tierra a la espera que aquel águila pardo trace un camino en el cielo y me voy tan lejos de aquí como puedo. Eramos cinco de ojos bonitos a la conquista de los besos con sabor a cerveza y el calido olor a verano que se colaba entre las trenzas.Y tú, dulce chico de la camiseta azul, puede que algún día sepas lo que el águila pardo nunca nos revelo.
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